jueves, 4 de septiembre de 2008

Gerome espera (Historias Parisinas)


Gerome recibirá a Ninet un 3 de octubre. Lo había planeado todo: le vendaría los ojos al salir de la habitación de su casa (arreglada especialmente para ella), darían una vuelta en el auto por la ciudad, en la que cuidadosamente describiría esas partes escondidas por la cotidianidad, esos recuerdos y anécdotas que a Ninet le encantan -según sus cartas- y que no habían tenido oportunidad de compartir.
Después del paseo había una reservación en el Krep Restaurant, Ninet conocería el sabor de la crema de cebollas, quizá un brioche con un poco de camembert para acompañarlo y el resto lo dejaría a la espontaneidad, al gusto que surgiera de la noche.
Había comprado el anillo. Es fino y sencillo como ella. Gerome piensa que cuando le regalas un anillo de compromiso a una mujer le dices cómo es ella y lo que te significa; sus conocidos lo tildaban le loco "¡¿Cómo te vas a casar con una mujer a la que sólo conoces por foto?!"... sabían poco del amor, poco de lo estrecha que era la comunicación con esa mujer que cruzaría el océano sólo por conocerlo y unir sus vidas.

Si las relaciones tienen un color, esta relación sería de un verde intenso. Ambos
a una edad ya mediana de la vida, en la que se han tomado y tirado muchas cosas, pero con la suficiente fuerza para creer. "Creer" esa era la palabra favorita de Gerome, y cada vez que la pensaba recordaba la foto de Ninet: dulce, delicada, no precisamente bella pero de gestos amables.

Es 3 de octubre, Gerome se baña y perfuma tan prolijamente que cuando se ve al espejo se pregunta si Ninet le reconocerá, pues dista mucho de esa foto tomada y enviada hace unos meses. A las 17:10 hrs. ella llegará al aeropuerto y la historia comenzará a crecer, piensa emocionado.

17:15 hrs.
-¿Gerome?
-Oui. ¿Ninet?
-No. Ella te manda esto, no pudo venir, dijo la mujer entregando una carta al mismo tiempo en que se marchaba y tocaba su hombro en gesto de consuelo.
-Merci.

La carta tenía tan solo cinco líneas:

"Lo siento.
No me gustan los aviones,
el color verde,
y la sopa de cebollas.
No creo en los nombres con nariz pequeña.
Ninet."

Algunos cuentan que Gerome decidió allí mismo tomar un avión a México para enfrentar el desengaño y demostrarle a Ninet que podía confiar en él; que su nariz era pequeña pero confiable.
Otros -los más- cuentan que es el hombre que vive pasando la calle. Uno que no tiene jardín y de ves en cuando se sienta en la banqueta con los ojos cubiertos por una venda a mirar los aviones que nunca llegarán a París.

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