jueves, 15 de enero de 2009

FEEL




Come on hold my hand
I wanna contact the living
Not sure I understand
This role I've been given

I sit and talk to God
And he just laughs at my plans
My head speaks a language
I don't understand

I just wanna feel real love
Feel the home that I live in
Cause I got too much life
Running through my veins
Going to waste

I don't wanna die
But I ain't keen on living either
Before I fall in love
I'm preparing to leave her
Scan myself to death
That's why I keep on running
Before I've arrived
I can see myself coming

I just wanna feel real love
Feel the home that I live in
Cause I got too much life
Running through my veins
Going to waste
And I need to feel real love
And a love ever after
I can not get enough

I just wanna feel real love
Feel the home that I live in
I got too much love
Running through my veins
Going to waste
I just wanna feel real love
And a love ever after
There's a hole in my soul
You can see it in my face
It's a real big place

Come on hold my hand
I wanna contact the living
Not sure I understand
This role I've been given

lunes, 3 de noviembre de 2008

""Cuando un hombre vivo te hace llorar,dejalo.Solo se llora por los amantes muertos""

La tía Daniela se enamoró como se enamoran siempre las mujeres inteligentes: como una idiota. Lo Había visto llegar una mañana, caminando con los hombros erguidos sobre un paso sereno y había pensado: "Este hombre se cree Dios". Pero al rato de oírlo decir historias sobre mundos desconocidos y pasiones extrañas, se enamoró de él y de sus brazos como si desde niña no hablara latín, no supiera lógica, ni hubiera sorprendido a media ciudad copiando los juegos de Góngora y Sor Juana como quien responde a una canción en el recreo.
Era tan sabia que ningún hombre quería meterse con ella, por más que tuviera los ojos de miel y una boca brillante, por más que su cuerpo acariciara la imaginación despertando las ganas de mirarlo desnudo, por más que fuera hermosa como la virgen del Rosario. Daba temor quererla porque algo había en su inteligencia que sugería siempre un desprecio por el sexo opuesto y sus confusiones.
Pero aquel hombre que no sabía nada de ella y sus libros, se le acercó como a cualquiera. Entonces la tía Daniela lo dotó de una inteligencia deslumbrante, una virtud de ángel y un talento de artista. Su cabeza lo miró de tantos modos que en doce días creyó conocer a cien hombres.
Lo quiso convencida de que Dios puede andar entre mortales, entregada hasta las uñas a los deseos y las ocurrencias de un tipo que nunca llegó para quedarse y jamás entendió uno solo de todos los poemas que Daniela quiso leerle para explicar su amor.
Un día, así como había llegado, se fue sin despedir siquiera. Y no hubo entonces en la redonda inteligencia de la tía Daniela un solo atisbo de entender qué había pasado.
Hipnotizada por un dolor sin nombre ni destino se volvió la más tonta de las tontas. Perderlo fue una larga pena como el insomnio, una vejez de siglos, el infierno.
Por unos días de luz, por un indicio, por los ojos de hierro y súplica que le prestó una noche, la tía Daniela enterró las ganas de estar viva y fue perdiendo el brillo de la piel, la fuerza de las piernas, la intensidad de la frente y las entrañas.
Se quedó casi ciega en tres meses, una joroba le creció en la espalda, y algo le sucedió a su termostato que a pesar de andar hasta en el rayo del sol con abrigo y calcetines, tiritaba de frío como si viviera en el centro mismo del invierno. La sacaban al aire como a un canario. Cerca le ponían fruta y galletas para que picoteara, pero su madre se llevaba las cosas intactas mientras ella seguía muda a pesar de los esfuerzos que todo el mundo hacía por distraerla.
Al principio la invitaban a la calle para ver si mirando las palomas o viendo ir y venir a la gente, algo de ella volvía a dar muestras de apego a la vida. Trataron todo. Su madre se la llevó de viaje a España y la hizo entrar y salir de todos los tablados sevillanos sin obtener de ella más que una lágrima la noche que el cantador estuvo alegre. A la mañana siguiente le puso un telegrama a su marido diciendo: "Empieza a mejorar, ha llorado un segundo". Se había vuelto un árbol seco, iba para donde la llevaran y en cuanto podía se dejaba caer en la cama como si hubiera trabajado veinticuatro horas recogiendo algodón. Por fin las fuerzas no le alcanzaron más que para echarse en una silla y decirle a su madre: "Te lo ruego, vámonos a casa".
Cuando volvieron, la tía Daniela apenas podía caminar y desde entonces no quiso levantarse. Tampoco quería bañarse, ni peinarse, ni hacer pipí. Una mañana no pudo siquiera abrir los ojos.
-¡Está muerta! - oyó decir a su alrededor y no encontró las fuerzas para negarlo.
Alguien le sugirió a su madre que ese comportamiento era un chantaje, un modo de vengarse en los otros, una pose de niña consentida que si de repente perdiera la tranquilidad de la casa y la comida segura, se las arreglaría para mejorar de un día para el otro. Su madre hizo el esfuerzo de abandonarla en el quicio de la puerta de la Catedral.
La dejaron ahí una noche con la esperanza de verla regresar al día siguiente, hambrienta y furiosa, como había sido alguna vez. A la tercera noche la recogieron de la puerta de la Catedral con pulmonía y la llevaron al hospital entre lágrimas de toda la familia.
Ahí fue a visitarla su amiga Elidé, una joven de piel brillante que hablaba sin tregua y que decía saber las curas del mal de amores. Pidió que la dejaran hacerse cargo del alma y del estómago de aquella náufraga. Era una creatura alegre y ávida. La oyeron opinar. Según ella el error en el tratamiento de su inteligente amiga estaba en los consejos de que olvidara. Olvidar era un asunto imposible. Lo que había que hacer era encauzarle los recuerdos, para que no la mataran, para que la obligaran a seguir viva.
Los padres oyeron hablar a la muchacha con la misma indiferencia que ya les provocaba cualquier intento de curar a su hija. Daban por hecho que no serviría de nada y sin embargo lo autorizaban como si no hubieran perdido la esperanza que ya habían perdido.
Las pusieron a dormir en el mismo cuarto. Siempre que alguien pasaba frente a la puerta oía a la incansable voz de Elidé hablando del asunto con la misma obstinación con que un médico vigila a un moribundo. No se callaba. No le daba tregua. Un día y otro, una semana y otra.
-¿Cómo dices que eran sus manos? - preguntaba. Si la tía Daniela no le contestaba, Elidé volvía por otro lado.
-¿Tenía los ojos verdes? ¿Cafés? ¿Grandes?
-Chicos - le contestó la tía Daniela hablando por primera vez en treinta días.
-¿Chicos y turbios?- preguntó la tía Elidé.
- Chicos y fieros - contestó la tía Daniela y volvió a callarse otro mes.
- Seguro que era Leo. Así son los de Leo - decía su amiga sacando un libro de horóscopos para leerle. Decía todos los horrores que pueden caber en un Leo. - De remate, son mentirosos. Pero no tienes que dejarte, tú eres de Tauro. Son fuertes las mujeres de Tauro.
- Mentiras sí que dijo - le contestó Daniela una tarde.
-¿Cuáles? No se te vayan a olvidar. Porque el mundo no es tan grande como para que no demos con él, y entonces le vas a recordar sus palabras. Una por una, las que oíste y las que te hizo decir.
-No quiero humillarme.
-El humillado va a ser él. Si no todo es tan fácil como sembrar palabras y largarse.
-Me iluminaron -defendió la tía Daniela.
- Se te nota iluminada - decía su amiga cuando llegaban a puntos así.
Al tercer mes de hablar y hablar la hizo comer como Dios manda. Ni siquiera se dio cuenta cómo fue. La llevó a una caminata por el jardín. Cargaba una cesta con fruta, queso, pan, mantequilla y té. Extendió un mantel sobre el pasto, sacó las cosas y siguió hablando mientras empezaba a comer sin ofrecerle.
- Le gustaban las uvas - dijo la enferma.
- Entiendo que lo extrañes.
Sí - dijo la enferma acercándose un racimo de uvas -. Besaba regio. Y tenía suave la piel de los hombros y la cintura.
-¿Cómo tenía? Ya sabes - dijo la amiga como si supiera siempre lo que la torturaba.
- No te lo voy a decir - contestó riéndose por primera vez en meses. Luego comió queso y té, pan y mantequilla.
- ¿Rico? - le preguntó Elidé.
- Sí - le contestó la enferma empezando a ser ella.
Una noche bajaron a cenar. La tía Daniela con un vestido nuevo y el pelo brillante y limpio, libre por fin de la trenza polvorosa que no se había peinado en mucho tiempo.
Veinte días después ella y su amiga habían repasado los recuerdos de arriba para abajo hasta convertirlos en trivia. Todo lo que había tratado de olvidar la tía Daniela forzándose a no pensarlo, se le volvió indigno de recuerdo después de repetirlo muchas veces. Castigó su buen juicio oyéndose contar una tras otra las ciento veinte mil tonterías que la había hecho feliz y desgraciada.
- Ya no quiero ni vengarme - le dijo una mañana a Elidé -. Estoy aburridísima del tema.
- ¿Cómo? No te pongas inteligente - dijo Elidé-. Éste ha sido todo el tiempo un asunto de razón menguada. ¿Lo vas convertir en algo lúcido? No lo eches a perder. Nos falta lo mejor. Nos falta buscar al hombre en Europa y África, en Sudamérica y la India, nos falta
encontrarlo y hacer un escándalo que justifique nuestros viajes. Nos falta conocer la galería Pitti, ver Florencia, enamorarnos en Venecia, echar una moneda en la fuente de Trevi. ¿Nos vamos a perseguir a ese hombre que te enamoró como a una imbécil y luego se fue?
Habían planeado viajar por el mundo en busca del culpable y eso de que la venganza ya no fuera trascendente en la cura de su amiga tenía devastada a Elidé. Iban a perderse la India y Marruecos, Bolivia y el Congo, Viena y sobre todo Italia. Nunca pensó que podría convertirla en un ser racional después de haberla visto paralizada y casi loca hacía cuatro meses.
- Tenemos que ir a buscarlo. No te vuelvas inteligente antes de tiempo - le decía.
- Llegó ayer - le contestó la tía Daniela un mediodía.
- ¿Cómo sabes?
- Lo vi. Tocó en el balcón como antes.
- ¿Y qué sentiste?
- Nada.
-¿Y qué te dijo?
- Todo.
- ¿Y qué le contestaste?
- Cerré.
-¿Y ahora? - preguntó la terapista.
- Ahora sí nos vamos a Italia: los ausentes siempre se equivocan.
Y se fueron a Italia por la voz del Dante: "Piovverà dentro a l'alta fantasía."

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Cuando un hombre que está vivo te hace llorar, hay que dejarlo. Sólo se llora por los amantes muertos.
Clara Obligado

************ Angeles mastretta....

viernes, 17 de octubre de 2008

Cine y Malabarismo

Inés vio la tarde perderse y por perdida la dio.Llovia despacio.En invierno llueve asi.Igual que es lenta la luz de la madrugada y trasparente la del atardecer.Volvio del cine con los recuerdos a cuestas y tenia miedo a perderlos.Llevaba seis meses hecha un mar de lagrimas:se habia quedado sin el hombre de sus primeros milagros.
Y todo por su culpa,por andar haviendo el malabarismo de pensar en el futuro y decirse con todas las palabras que quien sabia si alguna vez él podria ser su marido,mas aún de lo que ya era
En realidad no fue culpa de nadie.Quiza el tiempo.Para ser tan cortas sus vidas,fue largo el sueño que soñaron.Habian jugado a ser de todo:amigos,novios,conyuges.Se oía extraño,pero la verdad es que su rompimiento fue un divorcio que no pudo llevar semejante nombre,porque no hubo nunca una ceremonia publica que los uniera con la formalidad que luego necesita romperse frente a la ley.A los veinte años,Inés llevaba tres compartidos con su novio de la prepa y de la vida.Se habian acompañado en todo.Y se habian reido juntos como solo se rien los que se adoran.Hasta que se casaron.Por eso habia que aceptar que al perderlo,Inés perdio un marido.Esa historia quiza la cuente ella algun dia,aqui solo cabe copntar lo que su madre oyo decir la noche en que volvio del cine llorando,todavia,las penas de esa tarde.
No eran novios hacía mucho,se abrían entre sus cuerpos seis meses, una eternidad y el repentido noviazgop nuevo del muchacho que,como casi cualquier hombre,no pudo penar la pena a solas.A los dos meses empezo a salir y entrar con otra niña por los patios de la universidad.Y lo primero que hizom fue decirselo a Inés y lo primero que eela hizo fue ponerse desolada.
Lo que no se pudo no se pudo y quien primero lo vio asi fue Inés,pero habian tenido demasido juntos como para saltar de un tren a otro sin un respiro.De todos modos decian que eran amigos.Asi se llamaban de vez enn cuando o hablaban por el messenger en ses ritual sobrio que es hablar por shi.Si algun momento sobre todos,lo extrañaba Inés como al aire,era antes de ir al cine.En los dos años once meses que habian estado juntos,habian visto mil siete peliculas.Quiza las horas que pasaron en el cine,sumadas hubieran dado y año y medio continuo de cine en continua cercania.De eso Inés tenia nostalgia a cada rato y esa tarde no se la habia aguantado y lo llamó.
Marco despacio el telegono de su casa y ahim le contesto la voz de una mujer que parecia ya dueña del espacio.Una voz que al preguntarle quien llamaba le iba diciendo tambien que a esa su media casa,de antes,podia llamar cualquiera y a ella se la trataba ya como a cualquiera.
Ni modo.Dijo quien era y su ex novio tomo el telefono.Inçes no queria recordar ni a solas lo que obtuvo como respuesta al ¿Que estas haciendo?Menos aún el tono tenue de la ingrata respuesta.Le dolian los oidos con el solo recuerdo.Se lo conto a su madre entre sollozos cuando volvio del cine,sin haber dejado de llorar un momento:ni ida,ni mientras le corria por la frente la pelicula,ni de vulata a su casa.
¿Que paso?Quiso saber la madre.
¿Que podia haber pasado mas grave que su ausencia,su novia,su falta de memoria,su idea de que un abismo se salta como un chrco?
Más paso...dijo Inés recordando la voz de la nueva novia de su viejo novio,la voz de el encajandole una rabia de llorar y unos celos marineros que se le atravesaron entre los ojos como avispas.
¿Pues que estaban haciendo?..Pregunto la madre...¿El amor?
Peor que eso..dijo Inés sin perder un minimo de su desolación.
¿Que hay peor?..le pregunto la madre,a quien no le daba para mas la cabeza.
Sin interrumpir el rio de lagrimas,Inés dejo pasar un silencio fúnebre y luego dijo como quien por fin acepta lo inexorable:
Estaban viendo una pelicula en la tele.
Su madre la abrazo para no sentirse mas inúl de lo que era.No para consolarla,por que para esa perdida no hay más consuelo que el tiempo.
Lo demas es misterio.La intimidad,la imperturbable intimidad,es ver juntos una pelicula en la tele.......Angeles mastretta

Cine y Malabarismo

miércoles, 8 de octubre de 2008

Ella se llamaba "taza"


Definitivamente yo sabía lo que estaba haciendo.
No se culpe a nadie.
Que nadie llore.
Era normal, para eso la compre, la lleve y... la traje a casa.

Tacita era hermosa.
La compré una tarde en Buenavista.
Noemi había dicho que quería una taza con manchas de vaca,y era así.
Noemi, era así.
Tenía todo en perfecta combinación,
tan perfecta que a veces hasta parecía
neurótica combinación:
colcha de vaca, manchas de vaca en la pared, el poster de vaca en la cabecera,
un dibujo de vaca hecho por su sobrinita en el refrigerador y vaca en la mesa de comida;
vivía en un cuarto pequeño que no olía a vaca sino a incienzo de naranja,
pero visualmente
esa era la casa de una vaca, uno lo sabía:
de tener un sillón, una cocina integral o un carro hubiesen sido con piel de vaca.
Noemi era una vaca (por lo menos en mi cabeza).

Fue difícil encontrarla.
Allí estaba: taza de vaca para Noemi, para su café diario y su leche y su decoración.
y también allí estaba:
tacita roja y delicada al lado.

Sí, tacita estaba triste y yo la vi (tengo cierta suceptibilidad por los seres dulces y tacita lo era)
roja por la pena, por el amor y con un toque muy finolis que no iba conmigo pero sí iba muy bien con ella
y sobretodo ese letrero: 10 pesos.
cuando le he preguntado a la chica de caja, lo supe todo:
"ha venido de Francia, es muy fina pero tiene tiempo aquí".
Pensé que era nuestro destino, yo viajaba en un par de semanas a Mirambeau,
y tacita podría regresar a casa.
¿Juana de Arco? No.
Una simple mortal que quiere proteger del mundo a sus seres indefensos.


Tacita viajó conmigo,
no la solté un sólo minuto,
hemos ido al Chez Paul, al Allard,
a algunos hoteles: el Fuveau, Gages, y otros.
Yo cumplía el rito:
Pedía un Pastís servido no en una copa sino en tacita
(vaya miradas que me han lanzado esos meseros...)
y esperaba a que tacita me dijera en que lugar debía dejarla;
sólo ella sabía en que lugar quería vivir.
Tacita contestaba:
-no este no es, horrible, vámonos pronto, guácala...
Nunca decidió, por más que la lleve a escoger lugares...
el viaje terminó
y tacita regresó a México conmigo,
indecisa y fría ante tan mala experiencia en el recorrido.
Tacita normalmente podía parecerme dulce y tierna,
pero el viaje la había cambiado.
Su cara, sus mañas y hasta sus líquidos ahora me parecían
caprichosos y mezquinos como ella y sus indecisiones en Francia.

Sé que esto no es lo que una buena mujer compasiva habría hecho
pero nadie dije que Juana de Arco era 24 horas al día buena,
todos tenemos nuestros cinco minutos...

He sacado a tacita de la maleta y la he tirado al cesto de la basura
(se ha despostillado un poco),
casi es seguro que ahora sí tacita no regresará a casa,
sé que podía haberla dejado con las otras tazas y platos de mi cocina,
pero ¿y si los contagia? ¿y si se vuelven tan franceses como ella?
ahora pienso y me remuerde un poco la conciencia por su destino,
pero creo que debí escucharme antes:
a mí jamás me han gustado las tazas francesas.

Menos mal, que no compré una taza gemela a la de Noemi,
sino además de traición a la patria ahora estaría con la muerte de un animal sobre mi conciencia,
¡puf!.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Volarè


Volare, oh oh, cantare, oh oh oh oh
Let's fly way up to the clouds, away from the maddening crowds
We can sing in the glow of a star that I know of
Where lovers enjoy peace of mind
Let us leave the confusion and all disillusion behind
Just like bird of a feather, a rainbow together we'll find
Volare, oh oh, e contare, oh oh oh oh
No wonder my happy heart sings
Your love has given me wings
Penso che un sogno cosi non ritorni mai piu
Mi dipingevo le mani e la faccia di blu
Poi d'improvviso venivo dal vento rapito
E incominciavo a volare nel cielo infinito
Volare, oh oh, e contare, oh oh oh oh
Nel blu, dipinto di blu, felice di stare lassu
E volavo, volavo felice piu in alto del sole ed ancora piu su
Mentre il mondo pian piano spariva lontano laggiu
Una musica dolce suonava soltanto per me
Volare, oh oh, e cantare, oh oh oh oh
No wonder my happy heart sings, your love has given me wings
Nel blu, dipinto di blu, felice di stare lassu

jueves, 4 de septiembre de 2008

Sopas y casamientos (Historias Parisinas)

Había una vez una abuela a la que le llamaban Doña Petrina. Petrina tenía cabellos cortos que le cubrían la nuca y que siempre le olían a margaritas tiernas, vivía con sus dos hijas en un lugar muy apartado de la ciudad.


En casa de Petrina normalmente había silencio y a decir verdad esa era la forma que ella había escogido desde hace unos años. Salía muy temprano por masa para preparar atole y todo el día lo pasaba en la cocina. Sin tener estudio alguno, Petrina cocinaba como ningún chef los platillos tradicionales de la región, su especialidad era el casamiento.


El casamiento es una mezcla de arroz con frijoles machacados; la gente los prepara para no desperdiciar las sobras de estas comidas. El sabor es delicioso, y Petrina acostumbraba servirlo sobre tortillas tan doraditas que simulaban ser tostadas caseras.


Muchos se preguntaban cuál era el secreto de Petrina para que su casamiento fuera tan delicioso y pocos -sólo quienes compartían su vida- sabían que todo consistía en dos cebollas picadas finamente, sofreídas en el sartén antes de vertir los alimentos.


Siempre vulnerable al olor de la cebolla, la abuela se encerraba en su habitación toda la tarde, para aparecer después con los ojos hinchados, ella decía que a veces uno tiene que encontrar en la vida algunos pretextos para llorar.


Aquí en vez de sartén usamos una olla grande, para 200 invitados, mi mamá, la tía Lole y yo picamos desde la tarde cebollas para el platillo que se servirá en mi casamiento: sopa de cebollas; picamos al mismo tiempo en que nos es imposible parar de llorar: por la abuela, por el tiempo, por los amores, por la distancia, por los dolores, por las colinas, por el destino...


Siempre supe que me casaría con un francés y que viviría aquí, la abuela lo diría con mejores palabras: "La sopa de cebollas y el casamiento son los mejores pretextos para llorar".