miércoles, 8 de octubre de 2008

Ella se llamaba "taza"


Definitivamente yo sabía lo que estaba haciendo.
No se culpe a nadie.
Que nadie llore.
Era normal, para eso la compre, la lleve y... la traje a casa.

Tacita era hermosa.
La compré una tarde en Buenavista.
Noemi había dicho que quería una taza con manchas de vaca,y era así.
Noemi, era así.
Tenía todo en perfecta combinación,
tan perfecta que a veces hasta parecía
neurótica combinación:
colcha de vaca, manchas de vaca en la pared, el poster de vaca en la cabecera,
un dibujo de vaca hecho por su sobrinita en el refrigerador y vaca en la mesa de comida;
vivía en un cuarto pequeño que no olía a vaca sino a incienzo de naranja,
pero visualmente
esa era la casa de una vaca, uno lo sabía:
de tener un sillón, una cocina integral o un carro hubiesen sido con piel de vaca.
Noemi era una vaca (por lo menos en mi cabeza).

Fue difícil encontrarla.
Allí estaba: taza de vaca para Noemi, para su café diario y su leche y su decoración.
y también allí estaba:
tacita roja y delicada al lado.

Sí, tacita estaba triste y yo la vi (tengo cierta suceptibilidad por los seres dulces y tacita lo era)
roja por la pena, por el amor y con un toque muy finolis que no iba conmigo pero sí iba muy bien con ella
y sobretodo ese letrero: 10 pesos.
cuando le he preguntado a la chica de caja, lo supe todo:
"ha venido de Francia, es muy fina pero tiene tiempo aquí".
Pensé que era nuestro destino, yo viajaba en un par de semanas a Mirambeau,
y tacita podría regresar a casa.
¿Juana de Arco? No.
Una simple mortal que quiere proteger del mundo a sus seres indefensos.


Tacita viajó conmigo,
no la solté un sólo minuto,
hemos ido al Chez Paul, al Allard,
a algunos hoteles: el Fuveau, Gages, y otros.
Yo cumplía el rito:
Pedía un Pastís servido no en una copa sino en tacita
(vaya miradas que me han lanzado esos meseros...)
y esperaba a que tacita me dijera en que lugar debía dejarla;
sólo ella sabía en que lugar quería vivir.
Tacita contestaba:
-no este no es, horrible, vámonos pronto, guácala...
Nunca decidió, por más que la lleve a escoger lugares...
el viaje terminó
y tacita regresó a México conmigo,
indecisa y fría ante tan mala experiencia en el recorrido.
Tacita normalmente podía parecerme dulce y tierna,
pero el viaje la había cambiado.
Su cara, sus mañas y hasta sus líquidos ahora me parecían
caprichosos y mezquinos como ella y sus indecisiones en Francia.

Sé que esto no es lo que una buena mujer compasiva habría hecho
pero nadie dije que Juana de Arco era 24 horas al día buena,
todos tenemos nuestros cinco minutos...

He sacado a tacita de la maleta y la he tirado al cesto de la basura
(se ha despostillado un poco),
casi es seguro que ahora sí tacita no regresará a casa,
sé que podía haberla dejado con las otras tazas y platos de mi cocina,
pero ¿y si los contagia? ¿y si se vuelven tan franceses como ella?
ahora pienso y me remuerde un poco la conciencia por su destino,
pero creo que debí escucharme antes:
a mí jamás me han gustado las tazas francesas.

Menos mal, que no compré una taza gemela a la de Noemi,
sino además de traición a la patria ahora estaría con la muerte de un animal sobre mi conciencia,
¡puf!.

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